Hace mucho tiempo en un pueblo lejano
Vivía un solitario y excéntrico anciano
Con barba larga y un sombrero, de esos que dan miedo
Ropas de antaño y un anillo en el dedo.
Su cara denotaba experiencia y melancolía
de aquellos días que murieron y de esos que ya no volvían
Sus labios secos reflejaban la longeva sed
de esos besos que nunca fueron, pero que debieron ser.
Y en su estante, libros de historia, poemas y una foto
Que son las cosas que atesora un hombre de corazón roto
En su escritorio, hojas, plumas, café, y un tintero vacío
Que es como escribe un viejo de labios sombríos.
Todas las noches se sentaba a ganarse el pan
escribiendo de las cosas que pasaron, y de las que ya no pasarán
Recordando su juventud y esos tiempos mejores
la niña de cabello rojo, recuerdos abrazadores.
Su vida, triste y solitaria lo habían vuelto famoso
pero él no quería fama, sólo reposo
Su manera tan original de ver el mundo
y sus comentarios sublimes, originales, profundos.
Codiciado entre las mujeres, y uno que otro caballero de estrafalarias mañas
Pero despertando sólo las últimas veintiún mil novecientas treinta y ocho mañanas
que es lo que dura la vida de un hombre promedio
Quien promediamente jamás encontró el amor y el consuelo.