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martes, 12 de enero de 2016

Ella me convertía en una peor persona
y no es por culparla pero la culpa es de ella
y aunque sé que ella nunca me menciona
qué le voy a hacer si siempre la recuerdo un poco.

Pero no es tan horrible vivir con el dilema
y la dualidad que conlleva amar a quien se odia
si al final del día igual quería sus besos
pero de a lejitos, como esperándome, pero sin buscarlos.

Es el problema de sus ojos celestes
su piel blanca, su pelo café
sus abrazos fuertes, sus mañas de pendeja
sus halagos, sus risas, su llanto, sus quejas.

En fin, ambos sabemos que no era sano
y si vuelvo a tenerla probablemente no la quiera
pero jamás la ocultaría del libro de mi historia
jamás la negaría, aunque quisiera.

A pasado pisado, decía mi abuelo
y no me queda otra que vivir con el consuelo
de que al final del día no podíamos hacer mucho
si se tragaba de todo
menos su orgullo.



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