Te conocí vagando, en una ciudad que no me pertenecía
mendigando un amor que tampoco era mío
cargando lo que pesan las decisiones cuestionables
y el peso de tus cartas en mi bolsillo.
Obvio que te vi en un bar, dónde más iría, muy lejos y más sola
y la sensación de haberlo perdido todo
me hizo creer que ya no podría perder nada
y te invité un trago a las seis de la tarde
y tú aceptaste hasta las seis de la mañana.
Nos contamos nuestra historia, curriculum vitae amorem
y nos reímos de lo patético, nos reímos de lo sublime
y un trago tras otro nos fuimos haciendo almas gemelas
y dejamos de cuestionar sus intenciones.
Sabiendo al amanecer a penas nuestros nombres
y que algo no andaba bien con nuestros corazones
sabíamos que no éramos la causa
aunque quizás sí la cura.
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