Todos los viernes en la tarde compraba una cuerda nueva
pero ninguna se sentía bien amarrado a su cuello
y quería morir lo más cómodo posible.
Los miércoles en la mañana, dependiendo del clima,
cargaba su pistola y desactivaba el seguro
pero no tenía la fuerza para apretar el gatillo
Los lunes en la noche, casi siempre después de las noticias
planeaba tomarse mil aspirinas y terminar con todo
pero después de las primeras 3 empezaba a sentirse mejor.
El buen suicida era un buen suicida
porque aunque nunca se suicidó
jamás le contó a alguien que lo intentaba por lo menos
tres días a la semana.
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